lunes, 2 de abril de 2012

Devocional Abril 2012


Este mes comienza casi con la fiesta de Pascua, donde recordamos el sacrificio de Jesucristo, obra fundamental para nuestra salvación. Y lo que el Señor estaba haciendo mientras que extinguía su vida en la cruz era reconciliar al mundo con Dios. Dios nunca se reconcilia con nosotros, sino que nosotros somos reconciliados con él por medio de Jesucristo. No es el error de Dios. No es que Dios se haya apartado de nosotros. Por el contrario, somos nosotros los que nos hemos apartado y alejado. Pero el poder del amor de Dios, expresado voluntariamente en la persona de Jesucristo, hace posible que nos acerquemos a él y volvamos a tener una amistad y una concordia con Dios.

En este mundo funcionalista en el que vivimos, donde los valores se moldean fuertemente por los medios, la palabra “amistad” ha descendido a niveles superficiales como nunca antes. Facebook es uno de los responsables de establecer el valor de la amistad, por medio del toque de un botón virtual. Basta con clickear sobre “solicitud de amistad”, como para entrar en una amistad cibernética. ¿Cuántos amigos tengo? Facebook te lo dice. Tener muchos te da popularidad, peso, impronta, renombre. Uno se siente importante, reconocido, escuchado, leído. Mis opiniones importan. Inclusive puedo dialogar, la mayoría de las veces, algo superficial, irrelevante, chato, vano, etc. Pero eso es la amistad de Facebook. Compartir fotografías, algún pensamiento que vaya saber de quién viene. Pero eso no importa. “Me gusta”, tengo que opinar porque la idea es cool. No entiendo lo que dice; no entiendo las implicancias, pero mi amiga dijo que le gustaba y entonces también a mí me gusta. Tiene onda. Esa es la amistad o el concepto de amistad facebookeana.

La redefinición de conceptos es la especialidad de la serpiente. No es lo que Dios dijo (la definición divina), sino mi punto de vista, mi definición. Es más pragmática, es más funcional, es más adaptada a los tiempos, más flexible, más inclusiva. Pero en esta nueva amplitud que adquiere, también es débil, y por cualquier cosa puede eliminarse. También con un doble click virtual.

Gracias a Dios la amistad con Dios no se desarrolla por medio de clicks. Requiere algo más y es más doloroso, pero es fuerte y duradera. Dura por toda la eternidad. No se rompe por un caprichito irrelevante. La reconciliación nos pone en una relación de amistad con el Creador. Dios llamó a Abraham y a los discípulos “amigos”. Y esa amistad no era para compartir fotos ni pensamientos espurios, sino la realidad del Reino. Tan distorsionada o minusvalorada está la amistad que podemos contemplar la posibilidad de ser cristianos sin ser amigos de Jesús. Inclusive podemos aspirar a un ministerio, y un ministerio poderoso, pero no a la amistad con Jesús. Aceptamos la amistad de “automatismo”, de click, de superficialidad, pero no la amistad sacrificial, la que queda sellada con la marca del Espíritu Santo en nuestro corazón.

Abraham no era perfecto. Muy lejos de esta realidad. ¿Qué decir de los discípulos? ¡Un desastre! Nos preguntamos ¿cómo puede tener Jesús tales amigos? Porque amistad no quiere decir perfección, supersantidad, superespiritualidad. Tiene que ver con obediencia, con un corazón dócil y amplio, con fidelidad, con presencia, con perseverancia, etc. ¿Preferimos el estrellato de un ministerio antes que la intimidad con el Señor? ¿Anhelamos más el reconocimiento de los hombres que el de Dios?

La reconciliación logra ponernos en amistad con Dios. Sepamos aprovechar esta accesibilidad de Dios, que es para nuestro bien. Disfrutemos de nuestra vida cristiana y el ofrecimiento de la amistad divina, disponible a través de Jesucristo. Profundicemos esa amistad porque tendremos los beneficios de que Dios nos abra su corazón y nos muestre una cantidad de maravillas que escapan a todas las que otras amistades pueden mostrarnos y ciertamente a la de la chatura de Facebook.