Por
una experiencia personal, donde claramente el enemigo se había ensañado contra
nosotros (como familia) pudimos experimentar lo que la Palabra de Dios dice en
Sal. 34:7: “El ángel de Jehová acampa
alrededor de los que le temen y los defiende”. No habla de los perfectos ni
de los super-santos, super-ungidos, ministros y conferencistas internacionales,
super-apóstoles y quasi-querubines.
Habla de los que le temen. Temor de Dios, es lo que Dios quiere para nosotros.
Algunas
veces creemos que el temor de Dios es simplemente miedo a Dios. Esto es
incorrecto. Se nos dice que no, es la reverencia a Dios. Pero la Biblia no
habla de reverencia, habla de temor, e inclusive en algunos pasajes habla de
“terror del Señor”. Me da la sensación que no entendemos muchas veces con quién
estamos tratando. No es un igual, ni siquiera un ser superior o muy superior a
nosotros. Se trata de Dios. De alguien completamente diferente, por cuanto es
Creador; completamente diferente, por cuanto no es pecador; completamente
diferente, porque no tiene ni necesita consejero. Y así podríamos habla de su
infinita alteridad con respecto a nosotros. No obstante, somos criaturas hechas
a su imagen y semejanza, y nos dio el privilegio inigualable de poder tener
comunión con él. Pero esa comunión o a través de esa comunión se debe
desarrollar el temor.
Y una
de las ventajas que tenemos es su promesa: el ángel del Señor nos defiende. ¿De
qué nos defiende? Del enemigo. De nuestros errores. Nuestra imperfección como
nuestra debilidad queda cubierta.
Estamos
acostumbrados a tener seguros: seguro de vida, de incendio, contra terceros,
todo riesgo, etc. Pero esto no evita el daño. Se paga, pero el daño está. El
ángel de Jehová se anticipa a todo esto y evita la situación. No tenemos que
preocuparnos por tener todas las variables bajo nuestro control. No tenemos que
alterarnos para ser perfectos. No tenemos que preocuparnos sobre si nos alcanza
o no. No tenemos que preocuparnos, sino vivir en paz. El ángel de Jehová nos
cubre. Es el mejor seguro contra todo riesgo, tanto espiritual como material.
Mi esposa y yo pudimos experimentarlo en una manera inimaginable hace menos de
un mes.
Más
allá de la protección física, vimos la gloria de Dios en lo material en forma
sorprendente. Y sabemos que esto es así, porque estuvo a punto de ocurrir la
desgracia, estábamos hablando del Salmo 34:7. En el mismísimo instante que
terminamos de citar el texto, vimos las legiones de demonios que quisieron
terminar con nuestras vidas. Pero la mano de Dios estuvo sobre nosotros. Arriba
de esa mano, pudimos observar que la única nube negra que había en todo el
cielo. Pero entre la nube y nosotros, estuvo la mano del ángel del Señor.
Íbamos a 130km/h y la goma nueva (de una cubierta anti-pinchadura) se corta misteriosamente,
sale de la rueda y… nada sucedió. Pude detener el auto en medio de la ruta… Y
esperar el auxilio. El mecánico del taller me dijo: “Nunca vi nada igual”. Nosotros tampoco. Pero lo que experimentamos
es la veracidad del texto bíblico, la fidelidad de Dios, su presencia, su mano
que nos cubrió, un enemigo que quiso hacer el mal y fracasó, porque alguien
peleó por nosotros.
El
cubre nuestras imperfecciones, nuestros errores, nuestras falencias, nuestras
áreas incompletas. Y también nos cubre de nuestros enemigos. “Esta batalla es
del Señor”, dice el AT en un par de ocasiones. La que experimentamos fue una de
ellas. Inadvertida. Una “ataque sorpresa”. Pero en el auto veníamos hablando de
Dios, de los ángeles y su ministerio, alabando a Dios, escuchando su Palabra en
CD’s, reflexionando sobre su verdad. “El Señor acampa alrededor de los que le
temen, y los defiende”. ¡Hay poder en su nombre! ¡Hay veracidad en sus
promesas! ¡Hay prontitud en su respuesta! ¡Alabado sea el Señor!
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