miércoles, 14 de marzo de 2012

Devocional Marzo 2012


Por una experiencia personal, donde claramente el enemigo se había ensañado contra nosotros (como familia) pudimos experimentar lo que la Palabra de Dios dice en Sal. 34:7: “El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen y los defiende”. No habla de los perfectos ni de los super-santos, super-ungidos, ministros y conferencistas internacionales, super-apóstoles y quasi-querubines. Habla de los que le temen. Temor de Dios, es lo que Dios quiere para nosotros.

Algunas veces creemos que el temor de Dios es simplemente miedo a Dios. Esto es incorrecto. Se nos dice que no, es la reverencia a Dios. Pero la Biblia no habla de reverencia, habla de temor, e inclusive en algunos pasajes habla de “terror del Señor”. Me da la sensación que no entendemos muchas veces con quién estamos tratando. No es un igual, ni siquiera un ser superior o muy superior a nosotros. Se trata de Dios. De alguien completamente diferente, por cuanto es Creador; completamente diferente, por cuanto no es pecador; completamente diferente, porque no tiene ni necesita consejero. Y así podríamos habla de su infinita alteridad con respecto a nosotros. No obstante, somos criaturas hechas a su imagen y semejanza, y nos dio el privilegio inigualable de poder tener comunión con él. Pero esa comunión o a través de esa comunión se debe desarrollar el temor.

Y una de las ventajas que tenemos es su promesa: el ángel del Señor nos defiende. ¿De qué nos defiende? Del enemigo. De nuestros errores. Nuestra imperfección como nuestra debilidad queda cubierta.

Estamos acostumbrados a tener seguros: seguro de vida, de incendio, contra terceros, todo riesgo, etc. Pero esto no evita el daño. Se paga, pero el daño está. El ángel de Jehová se anticipa a todo esto y evita la situación. No tenemos que preocuparnos por tener todas las variables bajo nuestro control. No tenemos que alterarnos para ser perfectos. No tenemos que preocuparnos sobre si nos alcanza o no. No tenemos que preocuparnos, sino vivir en paz. El ángel de Jehová nos cubre. Es el mejor seguro contra todo riesgo, tanto espiritual como material. Mi esposa y yo pudimos experimentarlo en una manera inimaginable hace menos de un mes.

Más allá de la protección física, vimos la gloria de Dios en lo material en forma sorprendente. Y sabemos que esto es así, porque estuvo a punto de ocurrir la desgracia, estábamos hablando del Salmo 34:7. En el mismísimo instante que terminamos de citar el texto, vimos las legiones de demonios que quisieron terminar con nuestras vidas. Pero la mano de Dios estuvo sobre nosotros. Arriba de esa mano, pudimos observar que la única nube negra que había en todo el cielo. Pero entre la nube y nosotros, estuvo la mano del ángel del Señor. Íbamos a 130km/h y la goma nueva (de una cubierta anti-pinchadura) se corta misteriosamente, sale de la rueda y… nada sucedió. Pude detener el auto en medio de la ruta… Y esperar el auxilio. El mecánico del taller me dijo: “Nunca vi nada igual”. Nosotros tampoco. Pero lo que experimentamos es la veracidad del texto bíblico, la fidelidad de Dios, su presencia, su mano que nos cubrió, un enemigo que quiso hacer el mal y fracasó, porque alguien peleó por nosotros.

El cubre nuestras imperfecciones, nuestros errores, nuestras falencias, nuestras áreas incompletas. Y también nos cubre de nuestros enemigos. “Esta batalla es del Señor”, dice el AT en un par de ocasiones. La que experimentamos fue una de ellas. Inadvertida. Una “ataque sorpresa”. Pero en el auto veníamos hablando de Dios, de los ángeles y su ministerio, alabando a Dios, escuchando su Palabra en CD’s, reflexionando sobre su verdad. “El Señor acampa alrededor de los que le temen, y los defiende”. ¡Hay poder en su nombre! ¡Hay veracidad en sus promesas! ¡Hay prontitud en su respuesta! ¡Alabado sea el Señor!

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