miércoles, 30 de mayo de 2012

Devocional Junio 2012


En Mateo 9:18-26 se presenta una historia curiosa. Una historia interrumpida: la niña pequeña muerta y el pedido de que Jesús fuera allí, y cuando está yendo aparece la mujer con el flujo de sangre. Me quiero detener en la historia de fondo, la de la niña, porque creo que hay algo que requiere nuestra atención. Todos queremos la intervención y manifestación del Reino de Dios en nuestras vidas como también en distintos ámbitos. Y este texto nos refleja algo muy relevante.

Jesús llega a la casa de Jairo, donde ya yacía el cuerpo de la niña muerta y se encuentra con un determinado contexto lúgubre, mortuorio. Y lo primero que Jesús hace es echarlos a todos de allí, aduciendo que la niña no estaba muerta, sino que dormía. Esto llevó a burlas hacia su persona. Pero Jesús no entró en la habitación donde yacía la niña, hasta que todos esa gente que estaba llorando, plañendo, y causando un “ruidoso desorden” fueron echados (el verbo que utiliza para esto, es el mismo que se usa en los evangelios para expulsar a los demonios).

La primera pregunta es por qué la burla. Aquí hay una confrontación de cosmovisiones. El gentío que lloraba porque la niña estaba muerta, y responde a una lógica natural. Y la cosmovisión de Jesús que tal espectáculo no era necesario, ni adecuado, ni apropiado porque la niña no estaba muerta.

Pero una vez que la gente se fue, hay tres acciones que son importantes: Jesús entró, Jesús la tomó, y ella se levantó.

A lo que me quiero referir es a la creación de un entorno o una atmósfera apropiada. Cuando Jesús llegó al lugar, había un entorno lúgubre, mortuorio, de lamento, de tristeza, de anti-fe, de resignación, de derrota, y la música y los quejidos de la gente alimentaban ese ambiente. Jesús los echa a todos ellos. Se hace el silencio, para oír la voz de Jesús. Entonces Jesús entra. Jesús la toma, es decir toma el control de la situación, la puso bajo su custodia y poder, y el resultado es que la niña de levantó.

Jesús no entró a la casa, es decir, no comenzó a trabajar en la restauración de esta niña, hasta tanto el ambiente no cambiase. Pero cuando, al obedecerlo, cambia, Jesús entra, toma control y se produce el milagro. Jesús muchas veces está a las puertas de nuestras vidas, pero no hace nada, porque nosotros no estamos dispuestos a cambiar el ambiente.

El año 2012 es un año de gobierno. El gobierno es para los hijos, pero no es automático. Tiene que ver con legalidad. Los hijos están llamados para gobernar sobre el mundo espiritual, pero dicho mundo es altamente legal. Primero debemos cambiar los entornos, y eso lo hacemos nosotros. Es la puerta que le abrimos a Jesús para que establezca su Reino. El entorno es determinante para la manifestación del Reino.

En multitud de pasajes Jesús controla su propio entorno: Cuando oye que Juan fue encarcelado, se retira (Mt. 4:12), cuando ve el peligro, se va (Mt. 12:15); cuando oye de que Juan había sido muerto, se va solo a una barca (Mt. 14:13); cuando ve que lo quieren hacer rey, se va sólo al monte (Jn. 6:15). Tambgién controla el entorno de sus discípulos, llevándolos a un lugar desierto (Lc. 19:10). El cuerpo epistolar nos enseña a salir de ciertos entornos dañinos y perversos para establecer una relación íntima con Dios (2 Co. 6:17) o para no recibir el juicio a los que están en ese contexto (Ap. 18:4) (cf. Lot cuando es sacado de Sodoma (Gn. 19).

También resulta interesante ver el pasaje de He. 11;8,15, donde Abraham tiene que salir de Ur para recibir herencia. Ciertos entornos son estériles y son anti-herencia. Pero también tuvo que aprender a dejar de pensar en el viejo entorno y concientizarse en el nuevo. Esto implica un cambio de mentalidad.

De la misma manera para nosotros: debemos crear un ambiente para la revelación, para la sanidad, para la libertad, para el crecimiento, para los estudios, etc. El entorno es determinante. Y aquí hay tres pasos: (1) salir del viejo entorno; (2) crear uno nuevo; (3) dejar pensar en el viejo y adecuarse al nuevo.

O defines tu entorno y otros te lo definen, particularmente el mundo. El mundo nos ha impuesto un entorno para cada circunstancia. Lo que dicta que es “lógico”, lo que hay, lo que se acostumbra. El entorno nos controla la mente, las palabras, los sentimientos, las habilidades y el futuro.

Algunos entornos que tenemos que cambiar: las compañías (1 Co. 15:33), la música (Mt. 9:24), la presencia de Dios, la conversación (Mt. 16:13-20), las actividades (Jn. 21), etc. Todas estos entornos o ambientes dictados por el contexto sociocultural, la lógica, las circunstancias, las emociones, etc. tratan de controlarnos de una forma anti-reino, y evitan que el Reino se manifieste. Nosotros tenemos que usar nuestra mente para cambiar el entorno y así permitir que el Reino de Dios se establezca en el entorno que es adecuado a su voluntad.

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