Comienza
un año nuevo y uno está lleno de expectativas. Aquellos que no conocen al Señor
pueden ir desde una expectativa eufórica y fantasiosa hasta un miedo aterrador
por el fin del mundo. Pero aquellos que conocemos al Señor no vivimos en los
extremos desequilibrados, enfermizos y enfermantes, sino en el andar tranquilo
y al mismo tiempo apasionado, delicado pero desafiante, suave pero agresivo del
Espíritu. Andar en el Espíritu, andar con el Señor, andar obedeciendo a su voz
es nuestro mejor remedio para la paranoia que vive este mundo. No olvidemos que
el mundo nos quiere engatusar en tratar de imprimirnos su agenda, sus
prioridades, sus métodos, sus dioses. No busquemos los atajos del impío, sino
la cruz de Cristo. Este es un gran desafío, que debo decir, lamentablemente
algunos cristianos, ante las promesas exitistas del mundo tratan de gambetear.
Lo pragmático no siempre es el camino escogido por Dios. El “pare de sufrir”
condenado por los púlpitos evangélicos, y respondido con un “amén” risueño por
el pueblo, muchas veces aceptado como norma cristiana, haciendo ojos ciegos a
todo lo que la Biblia nos enseña sobre la formación de carácter.
La
cruz no es un fin de semana de descanso, sino un instrumento de tortura y
muerte para la carne. Y muchas veces, engañados, huimos de ella, porque no nos sentimos
cómodos colgando de ella. Obvio. Esa es la idea. La carne huye de ella y busca
siempre alguna excusa. Nosotros, los que vivimos en las cosas de Dios, tendemos
a ser engañados por ella, porque elaboramos excusas más “teológicas”. Nuestros “no”
son “con fundamento bíblico”. Pero olvidamos lo que Pablo nos dice en Ro. 7: el
pecado me engañó. El pecado tiene esa capacidad de embrollar nuestros
pensamientos para rechazar la cruz, que finalmente es libertadora.
Últimamente
me vino a mi mente el tema de Gilgal, donde, según cuenta el libro de Josué,
fue donde él tuvo que circuncidad al pueblo de Israel, quitando “el oprobio de
Egipto”. Egipto es la figura del mundo y todo lo que ha alimentado ese mundo en
sus vidas. Gilgal es la cruz. Pablo ha crucificado sus pasiones y deleites (Gá.
5:24). Pero también habla de una doble crucifixión: él al mundo y el mundo a él
(Gá. 6:14).
Este
año, Dios nos invita a caminar con él. A caminar guiados por su Espíritu. Y la
primera parada es en la cruz. Esto no es para el recién convertido solamente.
Llevar cada día su cruz es el mandamiento para su discípulo. Vivir en el
Espíritu no es solo un arrebato fuera del cuerpo (¡gloria a Dios por esas
experiencias!), sino vivir siendo guiado por el Espíritu confirmando la Palabra
de Dios en nuestras vidas. Jesús fue llevado al desierto, guiado por el
Espíritu, para ser probado y tentado por Satanás. Jesús fue guiado por el
Espíritu hasta la cruz, para nuevamente ser probado y tentado por Satanás. En
medio del camino de la guianza del Espíritu, Satanás va a venir a tentarnos. No
es el camino en sí el malo, sino quien se nos aparece en el camino. No
rechacemos el camino de guianza,
formación, modelado del Espíritu por quien se nos aparece en el camino.
Este
es un año de crecimiento en nuestra relación con Dios. Un año en el cual
podemos conocerlo más íntimamente. Un año de discernimiento. Un año en que nos
afianzamos más en su intimidad y conocimiento. No hay gloria sin cruz. No hay
autoridad sin vencer en medio de los conflictos. No hay recompensa sin
fidelidad. Comencemos este mes, perfilando cuál va a ser nuestro norte y cómo
nos encaminaremos a él.
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