miércoles, 21 de diciembre de 2011

Apocalypse Now

No se trata de un remake de la legendaria película, ni un comentario de la misma. Nada que ver. Se trata de ver ahora el libro de Apocalipsis a la luz de los acontecimientos mundiales. No me suscribo indeclinable y exclusivamente a ninguna de las teorías interpretativas conocidas (preterista, historicista, futurista, idealista), sino que creo que hay elementos en cada una de ellas que son válidos y otros algunas veces cuestionables o impropios. Pero más me interesa ver el mundo espiritual que describe el Apocalipsis. Creo que es más valioso. Este libro, como otros, y no quiero descartar ninguno del canon bíblico, aportan bastante información para conocer el mundo espiritual. Pero creo que la introducción a Apocalipsis nos da las bases para conocer este mundo espiritual.

En principio hay cuatro principios hermenéuticos que hay que tener en cuenta, no muchas veces enfatizados. El primero es que uno debe ser cristiano. Es cierto que un brujo puede y de hecho conoce el mundo espiritual. Pero lo conoce en forma distorsionada. Lo conoce como Satanás y sus huestes se lo han revelado. No le han dicho toda la verdad, y probablemente no le hayan dicho nada de la verdad. Inclusive ellos se hayan confrontado con el Reino de Dios, y hayan advertido que su poder es muy superior. Eso es lo único que conocen: que hay un poder superior. Pero no pueden conocer el Reino y el mundo espiritual en plenitud.

El segundo principio es que uno debe vivir la vida cristiana, debe vivir un cristianismo espiritual para entender cómo opera. El principio disyuntivo de la filosofía cartesiana (el sujeto está totalmente separado del objeto de estudio) que por un lado ha contribuido al tremendo desarrollo (en un sentido) de las ciencias, ha hecho estragos en otras disciplinas del saber, como es teología y fe. Porque se puede estudiar la fe “objetivamente”, es decir, sin practicarla. Es un objeto del conocimiento intelectual. Pero nunca Jesús, ni ningún otro hagiógrafo pensaron en tal ridiculez. Todo aquel que enseñó algo del mundo espiritual (y todos lo hicieron), vivieron y experimentaron ese mundo espiritual. Hablaron de su experiencia. Dios les explicó la verdad en medio de la experiencia que estaban viviendo. O, en otras palabras, la experiencia espiritual moldeó o preparó la mente como para captar la explicación de la revelación de la cual participaban. Esto es muy claro en Apocalipsis.

El tercer principio es que el mundo espiritual es un mundo de y en conflicto, al menos por el momento. Si rechazamos esta tensión espiritual constante y abrogamos por un pacifismo estático, donde el (omni)control de Dios tiene digitadas todas las cosas y nada se presenta como un desorden caótico u orientado hacia la oposición al plan de Dios, entonces la comprensión del mundo espiritual será una megarrepresentación cósmica donde cada uno representa un rol concreto y donde cada actividad, decisión, emoción está siendo desarrollada como fue predicha en tablas atemporales, y donde el sentido de libertad entra en crisis y en necesidad de redefinición. Es cierto que se va a tener una comprensión del mundo espiritual, pero dudo que sea la correcta.

El cuarto principio es una necesidad nuestra y una consecuencia del segundo: la constante renovación de nuestro entendimiento. No hay posibilidad de comprender y comprobar la voluntad de Dios a menos que vivamos renovando nuestra mente. Y la fuerza más revolucionaria en este sentido es el poder del Espíritu Santo obrando en nosotros a través de las experiencias espirituales. Y como la iluminación de este mundo sobrenatural es progresiva, nuestro entendimiento debe renovarse conforme progresamos en nuestro estudio.

Los primeros versículos de Apocalipsis dan tanta información que es imposible resumirla en pocas líneas. Para bosquejar los primeros versículos digamos lo siguiente en forma esquemática:

·         1:1a. Desencadenamiento de la revelación: Dios -> Jesucristo -> ángel -> Juan -> nosotros.

·         1:1b. Revelación de Jesucristo: lo revela a Jesucristo, muestra quién es en la creación

·         1:1b. Revelación a sus siervos: un mensaje para la iglesia. No es un mensaje evangelístico

·         1:1c. Las cosas que deben suceder pronto

·         1:2. Juan dio testimonio de la palabra de Dios, de Jesucristo y de todo lo que vio.

·         1:3. Clave de la felicidad: leer, oír y guardar el mensaje del Apocalipsis, en forma individual y colectiva.

·         1:4a. Las siete iglesias de Asia

·         1:4b. Gracia y paz

·         1:4c. Dios Padre: el que es, el que era y el que ha de venir

·         1:4d. Espíritu Santo: los siete Espíritus que están delante del trono

·         1:5a. Jesucristo: testigo fiel, el primogénito de los muertos y el soberano de los reyes de la tierra

·         1:5b-6a. Doxología: Jesús nos ama, nos libertó del pecado y nos hizo un reino y sacerdotes para Dios

·         1:6b. Doxología: A Jesús sea la gloria y dominio por los siglos de los siglos.

Me ha llevado cuatro mensajes[1] (estudios bíblicos) bien densos desarrollar toda esta información, y estoy consciente de no haber involucrado toda la información que brindan. ¿Por qué describe a Dios, al Espíritu Santo y a Jesús en los términos que lo hace? Ya está anticipando desde la presentación Trino Dador del saludo de gracia y paz lo que los receptores necesitan saber para lo que tiene que suceder pronto. La clave de la felicidad para las siete iglesias en la tierra no está desligada de la gracia y paz enviada desde el cielo, pero lo recíproco también es cierto: la gracia y paz no actúan automáticamente si no hay una responsabilidad nuestra en recibirla según los delineamientos bíblicos.

No es posible comprender el mundo espiritual y cómo trabaja, si no comprendemos a Dios cómo se revela. El Dios Trino, aquí se revela en trece (3+7+3) características divinas, presagiando un tiempo de rebelión y apostasía de dimensiones únicas. Dios le habla a su iglesia preparándola para mostrarle un tiempo particular venidero, que ya en aquel (fines del siglo I d.C.) tiempo mostraba signos de quiebre. Pero al mismo tiempo, lo que Jesús hizo por nosotros nos involucra en una responsabilidad como nunca antes, por ser parte de su Reino: el ministerio sacerdotal, la intercesión.

Hay algo clave en este tiempo para la iglesia y es estar en el trono de Dios por medio de la intercesión, porque sólo el clamor del pueblo delante de él va a abrir los cielos para producir los cambios necesarios (en el cielo y en la tierra) tendientes a la resolución del conflicto cósmico. La iglesia está llamada a participar e involucrarse. La iglesia lo va a entender cuando lo haga y Dios se lo revelará cuando participe de este mover de intercesión. En rigor, diría, los intercesores son los más privilegiados en este sentido, porque son los que más entienden el mundo espiritual. Diría que se mueven en otra esfera, participan (en forma más “tangible”) de otras realidades. Al experimentar un mover mucho más cercano y palpable, sus mentes están conformadas más cercanamente a la mente de Cristo. Algunas veces, por eso creo, no se los entiende o se los tilda de esto o aquello, porque ven y en consecuencia piensan de una manera diferente.

No estoy diciendo con esto que sean “más perfectos” que otros, o que sus palabras o conocimientos sean “infalibles”. Nada de eso. No obstante considero que es bueno escucharlos, pero mejor es interceder. Dios nos quiere enseñar de primera mano las cosas celestiales. Y el acceso está dado para todos.



[1] Considerando que tres de ellos están dedicados a la presentación que Juan hace de cada una de las personas de la Trinidad. Los estudios pueden verse en mi muro en Facebook.

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