jueves, 1 de diciembre de 2011

Sobre "la libre elección" y otras sanatas del egoísmo humano. Parte I

Parte del problema que subyace en este tema radica en el concepto de poder y libertad que manejamos. En el caso de poder, podemos habla de dos tipos de poder que los llamamos poder alienante y poder edificante. El primero tiene que ver con el ejercicio de un poder que de alguna manera tengo (delegado, de última) que lo único que busca es fortalecerme y perpetuarme y aun desarrollarme en el poder a expensas del otro. De esta manera, no sólo lo subhumanizo al prójimo con el sentido de estar por sobre él/ella, sino que también, yo, desde una perspectiva bíblica, también me subhumanizo. Esto, en otras palabras, es animalizarse. Vemos este ejercicio de poder en Occidente (y más allá de Occidente), donde la sociedad se ha animalizado y estamos en una "ley de la jungla", tratando de sobrevivir en un entorno humano totalmente hostil.
El otro tipo de poder es le constructivo, edificante, restaurado. Es el poder que maneja Dios, que va siempre asociado con cumplimiento de promesas de restauración, reconstrucción, edificación. Va junto con sabiduría, va junto y precedido por el amor. Nunca mi edificación va primero, sino que mi edificación es consecuencia de mi esfuerzo por edificar al otro (aquí podríamos poner muchísimos textos bíblicos; es central este concepto en todo lo que es ético). el poder de Dios es constructivo, restaurador, edificante, que busca el crecimiento de su criatura.
Por otro lado está el tema de la libertad. El definirla como "yo hago lo que quiero", es un error desde su total concepción, ya que no existe este concepto ni siquiera en Dios. La libertad tiene un componente social intrínseco. Inclusive en Dios, comunidad eterna de tres personas, no está exento de esta realidad. La libertad del Padre nunca fue a expensas de violar o violentar la libertad del Hijo y del Espíritu Santo. Por el contrario, las decisiones tomadas por cada una de las personas, fue en total acuerdo (o como se dice actualmente "consenso"). Se lee: "Hagamos..." "Descendamos y confundamos". La voluntad del Padre coincide con la del Hijo y la del Espíritu Santo. No están en conflicto, en tensión, en oposición, sino en acuerdo y armonía. Esto es así, porque toda acción (en el sentido amplio del término) de Dios principia por el amor. El amor siempre tiene al otro como objeto del mismo. De modo que mi libertad, siempre debe ser filtrada por el amor, y por causa de ese objeto de amor, mi libertad debe restringirse para que el otro no se vea coartado o subhumanizado. El no actuar así violenta y eventualmente destruye la humanidad del otro.
Creo que este principio, inclusive está en Dios mismo. Al crear al ser humano y hacerlo a su imagen y semejanza, Dios se auto-limitó, para que no hubiera un conflicto coercitivo de voluntades y de libertades, y el ser humano pudiera decidir libremente de amarlo, y así seguirlo o no a Dios. De hecho, si Jesús hace su "kenosis", y sabiendo que Jesús no hace nada sin verlo al Padre hacerlo igualmente, entonces, la enseñanza básica del Reino es "kenótica", de vaciamiento, de renuncia a los derechos propios, por causa de la existencia del otro, que es un semejante a mí.
Cuando pensamos en el aborto, como "libre elección", no se piensa en el embrión/feto/criatura, sino se piensa sólo en uno mismo. Pero el tomar tal acción, no hace más que animalizar a la madre, y a toda la sociedad que vota a favor de este tipo de "doctrinas". Violenta, obviamente, el derecho de la criatura, que indefensa, no tiene posibilidades de contrariar a esa decisión. Es la ley del más fuerte, del o de la que tiene los medios para hacerlo. La criatura en el vientre no tiene voz ni voto, no opina; sólo estorba. En la "todosuficiente" y "omnisapiente" sabiduría de la madre se define el destino de ese "eso" que tiene en su vientre, para seguir haciendo su vida, centrada en sí misma, sin que nada ni "nadie", le de una reorientación humanizante y crear no sólo una madre más humana, sino también una sociedad más humana. El poder de Dios que es constructivo, restaurador, puede hacerlo. Pero la filosofía del ser humano que hizo del poder entregado por Dios a él, hizo tal deformación que para lo único que sirvió es para su autodestrucción: se destruye constitutivamente y se destruye como sociedad.

Horacio Raúl Piccardo

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