Miércoles, 19 de octubre del 2011, 11:05. Edt. J. Lee Grady Newsletter - Fire in My Bones.
Los ministros que visitan una congregación pueden ser una gran bendición para ellas. Pero si no haces tu tarea, podrías estar invitando un desastre
Un amigo mío recientemente me dijo que los líderes de un ministerio había invitado a un prominente predicador norteamericano para hablar en una conferencia. Durante las discusiones sobre el compromiso, los representantes del predicador explicaron dos de los términos de su visita: (1) él debería siempre ser llamado “apóstol” por cualquiera que se dirigiese a él; y (2) él debería ser llevado del auditorio a una sala de descanso inmediatamente después de que diera su sermón, para garantizar que no fraternizase con la audiencia. Él necesitaba su privacidad.
Si hubiese estado en aquel día del otro lado de la conversación telefónica, habría ofrecido esta respuesta: “Por favor, dígale al Apóstol Arrogancia que, ya que está tan preocupado de no ser molestado por gente sin importancia, no hay problema. Simplemente, no venga. No necesitamos la enfermedad que está desparramando en el cuerpo de Cristo. Dios lo bendiga”. Click.Esto puede sonar duro, pero no creo que haya otra forma de prevenir la expansión de esta plaga. El “síndrome de la celebridad” está todavía vivo en el 2011, a pesar de la recesión, y la única forma que vamos a parar a estos charlatanes y cabezas infladas de corromper las Iglesias es boicotéandolos. Necesitamos enviarles una carta documento de despido. Recomiendo estas medidas de seguridad:
1. Investigar antes de invitarlos. Hay muchos ministerios itinerantes maravillosos que llevan unciones genuinas y puede traer una gran bendición a las Iglesias y eventos ministeriales. Ellos han sido llamados por Dios como evangelistas, profetas, maestros y líderes apostólicos –y aquellos que caminan en la unción del Espíritu Santo llevarán fruto donde quiera que vayan.
Pero también hay impostores en el circuito de la predicación. Algunos de ellos alguna vez llevaron la unción y la perdieron; otros, en realidad entraron al ministerio como farsantes y aprendieron a devorar a congregaciones ingenuas. No le dé una plataforma a ninguno que tenga una trayectoria cuestionable. Siempre averigüe a quién le rinde cuentas. Si ellos no tienen relaciones, no tienen supervisión o no tienen una junta de referencia, está corriendo un gran riesgo al tenerlos en su Iglesia.
2. Cierre la puerta al egotismo. El síndrome de la celebridad se detecta fácilmente. ¿Tiene el predicador visitante un espíritu de servicio? ¿O aparece como un presumido e inalcanzable? Como todo hombre o mujer comprometido con el ministerio debería tener la actitud que tuvo Jesús, que siempre estuvo dispuesto a cabalgar sobre un burro para entrar en Jerusalén y lavar los pies de sus discípulos. Si permites que un predicador orgulloso y no quebrantado esté en tu púlpito, estarás dando la oportunidad al espíritu de Lucifer de infectar tu congregación.
3. No alimente el espíritu del merecimiento. Todo ministro itinerante aprecia una cálida recepción. Tú le muestras honra cuando le provees con una linda habitación de hotel, le das comidas y transporte durante su estadía. Pero deberías alarmarte si un predicador demanda un tratamiento como si fuera una celebridad.
He oído historias horrorosas de ministros que piden a sus anfitriones que les provean de dinero para hacer compras, ciertos tipos botellas de agua exóticas, limusinas y manicuras. ¡Un predicador que recientemente ministró en Australia demandó un cierto tipo de churrasco que se lo tuvieron que hacer traer desde Estados Unidos! Estos lujos podrían esperarse de una infantil estrella de rock, pero tal comportamiento es reprochable para un ministro del evangelio. No les provea para satisfacer sus apetitos.
4. No tolere el abuso financiero. Conozco una ministra norteamericana que viajó a una Iglesia de Canadá e insistió que el pastor alquilase un auditorio cívico con capacidad para más de mil personas. El pastor no pudo contratar esa sala, pero la evangelista insistió que no iría a menos que no se le proveyera de un gran lugar para el evento. Al final, la evangelista canceló el viaje porque no se había registrado suficiente gente para la conferencia –y al pastor lo dejó plantado con la deuda. Su Iglesia quebró.
Un verdadero ministro del evangelio nunca empujaría a una Iglesia para meterse en deudas solo para satisfacer su necesidad egotista de una gran multitud. Jesús estuvo tan cómodo predicándole a unos pocos discípulos como a toda una multitud, y no basó su éxito en los números. Si caes en la trampa de los números, terminarás apenado por hacerlo.
También, un pastor que cuida de su rebaño nunca permitirá un predicador visitante que manipule financieramente a su congregación. Los oradores visitantes que invierten 30 a 45 minutos mendigando dinero o dando promesas extrañas de “recompensas sobrenaturales” al invertir en su trabajo, son tránsfugas que deben dejar el ministerio y encontrar un trabajo en una red de compras televisiva.
5. Cuídese del fuego extraño. Un ministro imparte su vida, no simplemente las palabras de sus sermones. Esta es la razón por la cual es tan importante que los predicadores del evangelio caminen en humildad, pureza sexual e integridad financiera. Si un ministro se ha comprometido en cualquiera de estas áreas, su unción va a ser perturbada y puede contaminar su púlpito y dejar un medio ambiente tóxico en su Iglesia.
Hablé con un pastor en California que había invitado a un predicador a su conferencia anual. Pero antes que este orador llegara, el pastor conoció que este hombre a menudo usaba la imágenes de las drogas en sus sermones e inclusive había comparado al Espíritu Santo con la marihuana. Cuando él le pidió al orador que se cuidara de hacer tales referencias, el hombre arrogantemente se rehusó a hacerlo. El pastor, agradecido, hizo lo correcto: Educada pero firmemente canceló la visita de ese hombre.
Es posible para nosotros decirles simplemente “no” a estos charlatanes, tránsfugas, embaucadores y evangelistas estrellas de rock que nunca han sometido sus vidas a la disciplina del Espíritu. Por favor, tome en cuenta estas advertencias, inspeccione los frutos y considere seriamente el cancelar la invitación.
J. Lee Grady es editor contribuyente de Carisma. Puede seguirlo en Twitter en leegrady. Sus último libro es 10 mentiras que los hombres creen (Charisma House).
Nota del traductor. ¡Qué pertinente es la nota del autor! Pero no para nada un fenómeno nuevo. Sí quizá los medios, los recursos de ciertos lugares, la existencia de megaiglesias y los lujos de ciertos lugares impensables en otros tiempos den lugar y plataforma para la envergadura que han tomado estos “megaextravíos”, además de la transmisión de conocimiento lamentable de estos hechos.
Ya para fines del siglo I había gente que hacía mal uso de sus funciones, buscando alguna gloria para él (3 Jn.). Todos los ministerios están falsificados: falsos apóstoles, falsos profetas, otro evangelio (heteron euangelion) (Gá. 1.6s), pastores que no son pastores (Jn. 10), falsos maestros, e inclusive falsos hermanos y falsos Cristos. Todo lo genuino, Satanás lo ha corrompido, para propagar el caos, al confusión y que nosotros rechacemos lo falso juntamente con lo genuino. Es más fácil rechazar que discernir.
Pablo habla de lo que vendrá en los últimos tiempos (1 Ti. 4; 2 Ti. 3). Así que no es de sorprendernos, pero sí de vivir más alerta que nunca, sabiendo, al mismo tiempo, que la palabra profética no deja de cumplirse.
La iglesia primitiva también conoció este tipo de impostores en aquellos tiempos. De hecho la Didajé, documento del primer siglo, ya advertía lo siguiente:
“A todo aquel que venga y enseña todas estas cosas que se han dicho antes, recibidle; pero si el maestro es él mismo corrupto y enseña doctrina diferente para la destrucción de esta cosas, no le escuchéis; pero si es para el aumento de la justicia y el conocimiento del Señor, recibirle como al Señor”.
“Pero, con respecto a los apóstoles y profetas, obrad con ellos en conformidad con la ordenanza del Evangelio. Que todo apóstol, cuando venga a vosotros, sea recibido como el Señor, pero no se quedará más de un solo día, o, si es necesario, un segundo día; pero si se queda tres días, es un profeta falso. Y cuando se marche, que el apóstol no reciba otra cosa que pan, hasta que halle cobijo; pero si pide dinero, es un falso profeta. Y al profeta que hable en el Espíritu no lo probaréis ni lo discerniréis; porque todo pecado será perdonado, pero este pecado no será perdonado. No obstante, no todo el que hable en el Espíritu es un profeta, sino sólo el que tiene los caminos del Señor. Por sus caminos, pues, será reconocido el profeta falso y el profeta. Y ningún profeta, cuando ordenare una mesa en el Espíritu, comerá de ella, pues de otro modo es un falso profeta. Y todo profeta que enseñe la verdad, si no hace lo que enseña, es un falso profeta. Y ningún profeta aprobado y hallado verdadero, que hace algo como un misterio externo típico de la Iglesia, y, con todo, no os enseña a hacer todo lo que él hace, que no sea juzgado delante de vosotros; porque tiene su juicio en la presencia de Dios; porque de la misma manera también hicieron los profetas en los días de antaño. Y todo aquel que diga en el Espíritu¸ dame plata y otra cosa, no le escuchéis; pero si os dice que deis a favor de otros que están en necesidad, que nadie juzgue” (Didajé 11).
Hace algunos años, se me invitó a dar un seminario en un naciente instituto bíblico. El tema fue dones y ministerios, y en particular puse un énfasis en los dones y ministerios más controvertidos, entre los cuales estaban los apóstoles y profetas. En esos días, el presidente de la denominación estaba por la zona, que asistió a la conferencia, me dijo que hacía unos meses un determinado apóstol muy conocido en Latinoamérica, vino y literalmente vació los bolsillos de la iglesia en la zona. Como nota cómica, el supuesto apóstol explicó su método a los líderes de la iglesia: su método era que los sábados recogía él la ofrenda y era toda para él, mientras que el domingo la levantaba la iglesia anfitriona y era para ella. Después de estar por bastantes minutos insistiendo con la ofrenda no vio cosa mejor que decir que por una de esas cosas inexplicables se había olvidado de traer su billetera, que ha había dejado en el hotel, e invitó a la gente a hacer una ofrenda simbólica poniendo plata en su mano que él iba a ofrendar (sabiendo que todo era para él), le pusieron alrededor de mil dólares, bajo el apercibimiento por su parte de que no podían retirarlo porque estaba consagrado a Dios.
Simplemente le dije al pastor presidente, que los grandes culpables fueron los líderes que organizaron el evento por permitir que un ladrón entrase a esquilar las ovejas, además de las advertencias que ciertas personas les habían dado acerca de su accionar. Le pregunté, por qué no sacaron una nota en primera plana de algún periódico cristiano advirtiendo a la iglesia de ese delincuente. ¿Hasta cuándo seguirá dando vueltas, y aprovechándose de y devorando a los ingenuos?
En otra ocasión, un muy ungido predicador de Ghana, que había levantado unas 300 iglesias fue a predicar a un aniversario en una ciudad de Paraguay, y en las noches de celebración, abiertas para todo el mundo y gratuitas, éste hombre tenía a cargo los mensajes. Aparentemente las finanzas no cerraban, así que el último día él se dedicó a levantar la ofrenda: 1 hora 20 minutos con esta tarea comenzando con ofrendas de cien dólares, luego 50, luego 20 (recién allí el primero del equipo ministerial invitado se levantó para ofrendar), y así bajando hasta llevar a depositar monedas (“ofrenda de metal”). Ante lo que daba la gente, él prometía de parte de Dios viajes a Miami, Dallas, Atlanta, Los Ángeles (¿Sería agente turístico con cabecera en Estados Unidos?). Luego vino la predicación: 20 minutos. Claro, que durante la “predicación de la ofrenda” sugería no cuestionar, no juzgar la obra del Espíritu. Se lo comenté a un anciano (no organizador del evento), y dudaba de hacer alguna apreciación por el disparate que se había vivido el día anterior.
Hace unos pocos meses un apóstol y profeta se auto-invitó a mi congregación. No lo recibí. En línea con el artículo, su forma de conducirse no me daba paz en mi espíritu.
Horacio R. Piccardo, el traductor de esta nota, es PhD en teología, PhD en ingeniería, pastor y profesor en la universidad y en varios institutos bíblicos y seminarios. Ha escrito numerosos artículos profesionales y ministeriales, como así manuales y libros.
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