Cuando
pensamos en el Pr. 18:21, que dice: “Vida y muerte están en el poder de la
lengua; los que la aman comerán de su fruto”, se nos viene a la mente una
orientación potencial de la explicación del texto en términos contemporáneos.
Pero quiero hacer otra lectura del mismo, en referencia, también, a la palabra
emitida, aquí ejemplificada por la lengua, con apoyo del versículo anterior. Y
lo quiero hacer a la luz de un interesante artículo que presentara David Avilés
tratando la gestualidad religiosa y la formación de identidad[1].
A la
luz de los estudios neurocientíficos actuales, nadie duda que nosotros somos en
parte producto de una contribución genética y de un medio ambiente el cual está
antes que nosotros apareciéramos en él. Por así decirlo, estos son elemento
fuertemente deterministas en lo que va a ser nuestra personalidad: no dependen
de nosotros; depende de otros. Pero los neurocientíficos llegan a romper este casi
fatalista determinismo, al mostrar que nosotros estamos genéticamente determinados
a no ser genéticamente determinados.[2]
Porque si bien el contexto está alrededor de nosotros y nos (altamente)
influencia, no determina mucha de sus propuestas. Todavía hay un elemento de
libertad dentro de nosotros que determina el curso de nuestra vida, bien a
pesar de lo que dicte dicho contexto.
Entonces
vemos un tercer elemento moldeador de nuestra persona que son nuestras
decisiones. Sin embargo, desde una cosmovisión cristiana, no podemos evita el
estructurar al ser humano como alguien que en parte es espíritu y en parte es
físico. Y su espíritu está en contacto con el Espíritu Santo (u otras fuerzas
espirituales existentes e influyentes). De modo que como cristianos debemos
admitir que este factor, en interacción con los otros –fundamentalmente con
nuestras decisiones– actúa en la transformación de nuestro ser.
En Romanos 6:17s Pablo agradece a Dios, diciendo “que aunque erais esclavos del pecado, os hicisteis obedientes de
corazón a aquella forma de doctrina a la que fuisteis entregados; y habiendo sido libertados del pecado, os habéis
hecho siervos de la justicia”. La figura que pone en el primer versículo en la
expresión “forma de doctrina a la que fuisteis entregados” puede visualizarse
como un “molde de doctrina en el cual fuimos vertidos”. De hecho “forma” es la
palabra griega typos, que también es
molde, y entregado (paradídomi), es
aquello que viene dado y así se pasa.
La enseñanza (didajé) no es otra cosa que la
organización de palabras a partir de una cosmovisión dada y orientada hacia un
fin, funciona como una suerte de molde, tal que si nos amoldamos a él, es
decir, si “obedecemos de corazón”, tomamos la forma de esa enseñanza. La
enseñanza nos estructura, nos da la forma como hijos/as de Dios, y particularmente
“siervos de justicia”. La figura familiar de la forma, el molde y nuestra forma,
que me viene a la mente es la de un flan o gelatina que se vierte en un molde.
Al principio, mientras está caliente (etapa de formación, de impartición, de
crecimiento), no tiene forma propia; es líquido. Pero cuando se enfría, el flan
o la gelatina tiene la forma del molde.
El secreto, según proverbios,
es “amar” esa palabra o enseñanza. Comemos su fruto. El fruto es siervo de
justicia. Si se dice comúnmente “somos lo que comemos”, nos transformamos en “hijos
de la enseñanza” o de la Palabra.
Pero el proverbio nos dice la
otra cara de la moneda también: la vida y la muerte. El secreto es la palabra
que amamos. Pablo anima a los colosenses a que la Palabra de Dios abunde en
nuestros corazones (Col. 3:16), y no una abundancia estática sino transferible
y comunicativa.
La decisión está en nosotros,
en qué amamos. Y el amor, para ser tal, debe ser libre. Por eso esta área no
puede, desde esta perspectiva, estar determinada por otros factores.
Ciertamente, desde una perspectiva bíblica, la gracia de Dios la habilita para
decidir en libertad, pero la decisión la tomamos nosotros.
La palabra de Dios restaura la
imagen de Jesucristo en nosotros. Pablo, con dolor en el corazón por el
retroceso de los gálatas dice que vuelve a sufrir dolores de parto, para que Cristo
sea formado en ellos (Gá. 4:19), y los lleva a un razonamiento centrado en la
palabra de Dios y la experiencia con el Espíritu Santo. El Espíritu Santo y la
Palabra de Dios van a trabajar conjuntamente para formar el perfil de
Jesucristo en nosotros.
Es clásico el texto de Ro.
12:1s en este sentido. No amoldarse a este mundo, sino permitir ser
transformados por la renovación de nuestro entendimiento (nous). Implica que debemos pensar de otra manera, hay otra
estructura de palabras que deben moldear nuestra forma de pensar. Esa
estructura de Palabras es el evangelio del Reino, es el lenguaje que el Señor
nos vino a dar, para lo cual, Jesús mismo, al comenzar su ministerio y decir el
Reino de Dios se ha acercado, dice “arrepentíos y creed en el evangelio” (Mr.
1:15) (dos imperativos presentes, que más rigurosamente deberían traducirse
como “permanezcan arrepintiéndose y creyendo en el evangelio continuamente; una
actitud de constante cambio de modo de pensar y un creer nuevo a consecuencia
de la fe originada por la palabra –cf. Ro. 10:17).
Está en nosotros, en nuestras
decisiones, el abrir esta puerta de nuestro entorno espiritual para que seamos
transformados para ese propósito divino de ser “siervos de justicia”. Jesús
tomó la naturaleza de siervo (morfé doúlou)
(Fil. 2:7), e indiscutiblemente la palabra que él oía para hacer su ministerio
era la de su Padre. No hay otra forma,
entiendo, de llegar a esa meta (imitar a Cristo), sin amar la Palabra de Dios.
Horacio R. Piccardo
[1] David
Avilés: "La corporalidad
Religiosa contemporánea. La gestualidad religiosa como construcción de
identidad". GEMRIP. Recuperado el 15/12/2011 de http://religioneincidenciapublica.files.wordpress.com/2011/12/corporalidadreligiosacontemporanea-aviles.pdf.
[2] Ansermet, F. y Magistretti, P.: A cada cual su cerebro. Plasticidad neuronal
e inconsciente. Madrid: Katz, 2010, p. 24.
Muchas gracias Horacio por compartir esta palabra! Ha sido de mucha bendición! "La palabra de Dios restaura la imagen de Jesucristo en nosotros" amén!
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